Alientos en la Lluvia

Alientos en la Lluvia

domingo, 28 de octubre de 2012

Condena



En aquel último susurro tuyo, me perdí en la noche.
Atrás bien en los abismos nocturnos respiran las islas libres de tormentas; sí, esas en las que te perdiste, esas en las que no me encontraron jamás, aun ni cuando tus ausencias.

He de confesar lamentables certezas, tan acabadas como reconocerte en el crepúsculo y huirte.
He de llorar perderte, y asimismo saber que aniquiliste casi toda mi resistencia, junto a aquel mi orgullo querido, que refrenó mis rodillas y mis labios cuando querían adorarte, besarte largamente..
Así es todo, mientras me deslizo flotando como un deseo inarticulado, arrugado y vencido hasta la orilla. El mar y la travesía han sido tan breves, tan carentes de ese cuento que poder narrarte antes de que tú ya no seas tú, y seas esa otra.

Mas, no obstante, así me resumo en mi resistencia, cuando llega la hora de declarar, solemne y calmado, solemnemente y tan extinto, que tú y muchos otros casos precedentes de amor terreno, no me hicísteis cantar a lo extraño, a la delirante victoria de las nubes celestes y podridas. Estas humean, sí, pero caldeadas por antiguas costumbres que me horrorizan, que me persiguen para estatuizarme en sal nívea. Y no quiero mirarlas, no quiero que recordarte sea cuanto me lleve a mis sueños; no les culpo, les sé rebeldes, sé de su fidelidad que aún te reservan. Pobres sueños aniñados, jugando en los cielos coloreados de ámbar de un pobre más sin importancia.

Borracho de tus encuentros, me atolondraba yo y multiplicaba en pasos y más pasos de la gente sin sentido a la que represento, a la república de la inexistencia que mal gobierno. No cuento a nadie entre las filas, es todo espejo sin cristal, es un reflejo que ni tgan siquiera lo es.
Las resacas de los días que me han pisado tras tu marcha son las que te llevas, no hay más tesoros por aquí. Son las que ni miras, y retozan ciertamente empobrecidas por ahí mismo, suspirando y llorando polvo de olvido, lágrimas de barro mientras aún imploran, como tiernas criaturas irreales, que pueda existir algo como la lluvia que yo les fantaseaba.

Al fin y al cabo, no tengo más remedio que pensar como quien no soy yo, como quien nunca seré aunque me esfuerce. Mientras vuelvo la mirada atrás para condenarme y ser prisionero, aún creo que podrás mirarme y resumirme qué fue de mi vida en todo este tiempo de escapatoria, de pesadilla, de ausencia.
La vida se me escurre, se adormece ahí afuera. He vuelto a ti.
Mi pequeño reino de sal crea cristales eternos sobre mi mirada trémula, que muere en tu espalda, en tus cabellos interminables sobre tus lindas caderas.

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