Alientos en la Lluvia

Alientos en la Lluvia

miércoles, 22 de octubre de 2014

Otoño


Es otro día este que está cansándose de serlo, que ya se ha agotado de darme luz y oportunidades. Otra vez que se terminan las fuerzas. Otro día desperdigándose por los suelos, y yo ni tan siquiera puedo decirte lo que te quise, lo que te quiero.

El pobre tonto, el predecible infeliz ya no obedece las didascalias. Ha agachado la cabeza, suspira con el dolor, se cansa como esa tristeza que humedece los cristales ahora que ya ella no está.
Ven que se baja del entarimado escenario, y las caras serias se agrían al tiempo que no aprueban. Ven que se lleva las manos a su cara disfrazada de blanco mate, y cómo intenta en vano olvidar el momento en que comenzó a necesitar pintar alegría en las mejillas.
Ella está lejos. Tan, tan lejos que su corazón se oprime porque no ha de servir gritar.

Este hombre sigue moviéndose y andando, hablando también a veces; la inercia da esas cosas, empuja insospechadamente. La misma piel, parecidas formas de como él vestía en otro tiempo, el del sentido. Decide que alguien que cambie, alguien que mate los recuerdos es alguien que sabe superar, que sabe cambiar y pasar página. Siente la tentación de ser así de peor versión de sí mismo, porque así es como se sobrevive, exterminando, renunciando. Doma. Aquiescencia. Luto. Olvido.

Pasaron esos meses de las últimas esperanzas, y tuve la suerte de que ella no existiera. El centrifugado de convencerla de mi felicidad -o de mi indiferencia- la alejó, la hizo libre, feliz, o desgraciada. Qué sé yo. Oí rumores de un país en guerra en alguna parte, y ella cerca de otro tipo, diferente a mí, diferente a nosotros en aquellos bancos, en aquellas sillas, en aquellas tiendas y en ocasiones que recuerdo y repaso como capítulos de mi mejor novela.

Me he hecho un ser tan malo que no lo creerías. Mejor no encontrarme con tus ojos únicos otra vez.
Soy ya tan malo que me he vuelto frágil. Rompible de tal forma, que la piedad se dibuja sola en alguna que otra desconocida, silueta a contraluz con quien pretendo engañar tus recuerdos y formas de mujer de caderas anchas y cabellos profundos, morenos, sueltos.

La sombra del hombre se apelmaza, late como un mensaje que el sol no puede descifrar ni asaltar, mientras se pierde sin que sepamos nada más. El otoño avanza por todos los rincones, pero la estación no es del todo aún de olvido. Es cruel, duele a los hombres y mujeres que penan porque aun a su pesar, recuerdan...