Alientos en la Lluvia

Alientos en la Lluvia

sábado, 23 de noviembre de 2013

El bastardo


Me duele, me duele..me duele tanto, que mis manos se niegan a escribir de otras cosas.
Se me han plantado y desobedecen, derrumbadas de sus ánimos apóstatas en los rincones, al igual que yo.
Me susurran esta noche que la infamia es mucha. Me apremian a desgobernarme, me aconsejan darles las manos, darles los ojos, me convencen de que aún pueden ser válidos para un ocaso negro y brillante sobre el papel de la promesa.

Me gustaría que tus ojos y tus pequeñas manos jamás me hubieran mirado, ni descuidadamente tocado en el tiempo desintegrado de mi corazón.
Y es así que aquí y ahora, me gustaría que estuvieras en cualquier otra parte donde sueñe que no habrás de dolerme.

Perdido el poder sobre los miembros y abandonado por una mínima sensatez, me detengo en estas prendas húmedas de vida manchada y que, postizas, sobran también. Qué más dais, acompañantes mal pagados. Con dolor y penosamente, las alejo de mí, y caen muertas en estupefacción sobre las baldosas desesperanzadas, como polizones aturdidos de otra vida que sí tuve, en algún país del que ya no sé noticias.
Aquí estoy sin nada que pudiera haberme traído, revocado y dejándome aniquilar por el raso de nuestras estrellas, que ahora me ultrajan y lastiman con ojos de recelo, de burla.
También ellas guardan nuestros recuerdos, y no pueden dejar de lamentarme mientras me sobrevuelan, desde sus millones de años atrás en el océano del tiempo.

Animal viejo, mirate, empujado a las lágrimas que encharcan y falsean el cobalto del mar celestial.
No me reflejas, antiguo amigo mío, y mi consuelo está al fin conmigo, pobre y viejo animal sin remedio. Las mentiras se están deshilachando. ¿Ya no eres creíble?
Ni ese último esfuerzo, ¿aquella sonrisa que les empujaste para regresar y mentir un poco mejor? No, tampoco pudo ser posible, me temo.

Enfermo terminal de las más recientes versiones de persona que no consigo ya colarle a nadie, me estoy dejando morir al ser desnudo que una vez fui, cuando aquel niño ¿recuerdas?
que ni recuerdo, y que jugaba a lo fácil, y se decía de recomponerse sin preguntarse. Caías. Arriba. ¿Sí? Sí.

Ilusión entre las ilusiones, señálame con el dedo ahí y en ese horizonte el punto a través del cual he de huír antes de ser ofrecido en subasta de día cualquiera.
No soy el mejor de tus hijos, y de hecho, fui el peor, pero rescátame, ya que el daño no puede acentuarse.

A medida que tu dimensión del tiempo juega conmigo todos estos años, una amenaza se acrecienta, una sospecha crece y crece como monstruosa sombra que se acelera contra las cordilleras más altas que ve mi mirada. Miro hacia ti, y les miro a ellos hacerlo a su vez, idénticas expresiones erguidas hasta lo alto. No estás. No.

Ahora lo sé.
Nunca fui tu verdadero hijo.