Alientos en la Lluvia

Alientos en la Lluvia

sábado, 1 de diciembre de 2012

Ahora, hacia Atrás



Cómo hacer que no me comprendas. Cómo lograr que no puedas ni leerme.
Aspiro a eso, hoy y en estos instantes más que nunca.
Asaltas una y otra vez el castillo de mis sentimientos. Soy débil, soy cobarde. Las almenas se colapsan, tu me invades y descubres mis planes torpes, pergeñados junto a las velas de mi reclusión. Salgo al exterior, me enfrento a ti y a veces sobrevivo a tu amor. Pero sólo ocurre algunas veces.
Porque más tarde o más temprano, no tengo más remedio que caer capturado. Es el daño esperado, es el resultado de mis equilibrios sobre esa navaja que me tiendes para que camine hasta ti.

Ahora ya siento cómo mis deseos comienzan a ser oídos. Después de todo, tal vez no esté tan solo.
Ya siento ahora cómo los procesos que hicieron nacer tantas y tantas palabras al viento empiezan a revertirse.
Siento el aire regresar a mi hogar, descender mi tráquea, dejarse acoger nuevamente por mis pulmones soñadores y tontos, que se hinchan en el reencuentro, sin evitar dejar escapar algunas lágrimas decepcionadas.
Finalmente, mi cerebro avista a sus hijas pródigas, y se interesa por su suerte cuando pisan el puerto que las vio partir.
No, cerebro mío. No hubo suerte. No le llegaron al alma, tampoco las otras que creaste, ni las anteriores tampoco. ¿Qué fue de ellas? Quién puede saberlo.
Tal vez una mujer las capturó al vuelo. Una testigo casual, ya sabes, alguien que se enamoró de ellas y las dejó quedarse a vivir en su pecho. Ya sabes, alguien que, básicamente, no conocí.

Desde el momento en que las ilusiones nacidas en mi espíritu rivalizaron con los átomos de la existencia, se sintieron invasores, se supieron unos impostores que debían pedir permiso.
Esa fue mi jugada de riesgo, pero tuve que hacerla.
Por eso, alma interrogadora y escéptica, no cuestiones más mis razones. Sólo cómete estas palabras, estos reflejos que ya ni podrán serlo.
Regresa, regresa. Rehaz todo una y otra vez, pídele a nuestro espíritu que no sienta, que no sufra, que, en fin, que no vuelva a impulsarme por unos pasos y unos sueños como aquellos.

Y me haces caso. La vida se aleja muy muy poco a poco. Ahora con más velocidad.
Todos niegan lo que ayer me asentían, y así, en cierto modo, pueden ser sinceros mientras todo retrocede en el mundo exterior y sensible.
Las estaciones involucionan conmigo, los copos de nieve y la lluvia ascienden con gran belleza hacia las cumbres.
Mi piel recobra tersura, me molesta ahora el flequillo en la frente, en esta brisa rauda de otro verano que viaja hacia la primavera.

Soy un niño. Soy menos que eso. Mi alma me toca los hombros y me susurra al oído.
¿Tan poco queda? ¿Podré intentarlo de nuevo?
Lo sé.