Alientos en la Lluvia

Alientos en la Lluvia

domingo, 9 de marzo de 2014

Ad infinitum


La gracia de todo no está en la profusa relación de los desastres sobrevenidos a aquel sujeto del quinto izquierda. Sí, me imagino que ese mismo en el que piensas. No, ese otro de más allá.

La vida le trata mal, y se esforzó de verdad, créelo. Hasta más allá de los treinta, sospecho yo y según todos los indicios, él era un creyente. Ya saben, de esos. Mas, aguarden. Es probable que no acaben de comprender, pues es posible que muchos entre el público aún juguetean dentro de la trampa, y por tanto no deben confiar en las palabras que exhalan mis dedos susurrantes.
Bien, considero fundamental abstraerme en ciera impostura..digamos condescendiente, y acercarme a sus oídos para convencerles de la mentira, de la estupidez con que me están interrumpiendo con sus pensamientos, los cuales poseo desde ya, desde siempre que hubo tiempos. Proseguir es inevitable, y así, prosigo.

Nuestro hombre mantuvo el tipo, pretendió auto insuflarse unos indicios de que un día el sol resplandecería mucho, de una forma inusitada y específica para él. Bendita ingenuidad la de nuestro hombre, que puede ser compartida entre los más honrosos de nuestro bienintencionado público. Abran bien el baúl de sus pensamientos pasados, aguarden recuerdos mejores, porque el futuro que que recordaban va a ser inexorablemente peor, tal y como consta en sus álbumes de recuerdos. Sí, tan sólo hojeen.
Aquel hombre cualquiera se colapsó en la orilla un mar de una extensión de treintaypocos años, y, mojado, comenzó a comer y escupir arena, a resoplar y destilar más y más arena una vez que los pensamientos ardían, y que ya reconocía que tras la cortina no había ningún mago de Oz.

Si alguien tiene la bondad, apréstese a ganar estos pocos escalones, y acompáñenme en el escenario. Pasen y observen. Es real. No se conformen con con buscarse en mis ojos, porque soy el único ente inauténtico.

El nuevo hombre sufriente no sabía que jamás volvería a elevarse desde la postración de aquella arena de los cuarenta, de los cincuenta, de amarillo granulado hasta los sesenta y seis años. Sin embargo, un cambio de perspectiva tras conocer su destino tan sólo hubiera sido mirar de otra nueva forma engañosa lo inevitable, porque el futuro siempre quedó tras cada uno de ustedes.
No hay demasiado de lo que alegrarse contemplando otro cuerpo, otra vida defenestrada, aunque tampoco -reconózcanlo conmigo- hay motivos que podamos siquiera comprender por los que lamentar a Don desconocido pudriéndose de futuro destruido y aciago, a qué engañarnos.

La comedia termina con el drama de las lágrimas, y como una mariposa, evoluciona desde lo amorfo hasta la tragedia del que, parpadeando, ve ahora al fin de veras que no hay ni engaños con los que engañarse y soñar. Bienvenido a los que se duelen.

El drama -la gracia que inició la disquisición que interrumpió sus agudas introspecciones- da comienzo con los animales varados en esa arena, con los animales que se aferran ante mí a los brazos de sus butacas. Oh, les puedo ver muy bien, créanme.
Se retuercen ante los palos de la vida, se duelen de una injusticia tras otra, de una decepción que es una más y otra más y otra aún más amarga.
Y sonríen.
Y se endurecen.
Y siguen en el juego, metamorfoseando como humana virtud drama en comedia, tragedia en entremés y entretenimiento ligero. Ad infinitum.

Aplausos.




domingo, 2 de marzo de 2014

Mi personaje eres tú


Solitario entre las multitudes, mis lágrimas están ensordecidas, pero aún puedo sentir cómo pueden dejarme más y más abandonado y disminuído. Los sentimientos escapan, las emociones y cuanto iluminaba mi humanidad, el cristal tembloroso que soy, escapan a ese lugar del tiempo con el que nunca podré ya cruzarme.

Que tú eligieras por mí, y que escogieras ese camino sin retorno, me permitió quedar bien, no fracasar de forma lamentable como era de prever. Te siento tan, tan cerca ahora que la cancela entristecida por las lluvias postreras queda tan, tan lejos.
Ojos iluminados de quebranto, os agradezco a ambos por no reparar en que soy algo cierto esta mañana del olvidar. Demoraos en el resto de la vida, difuminad quien fui en millones de partículas rumbo a la inexistencia, pero no podré prometeros que siga amando la luz que os infunde quien os posee.
Tal vez sólo el instante en que susurro instante, quizá sólo el susurro tremolando la llama de la vela que tienes delante, que tiembla -que duda- se nos va-

No esperan grandes cosas, no se las des. Nada que no conozcas, ni en donde no me guste ver cómo te demoras y yerras, mas siendo siempre incierta, insegura, soñadora en las llanuras, soñadora alcanzando esa cumbre sobre la que te recuestas, y te tiendes llegada la noche. ¿Puedes verla? La traje para ti una última vez más, la pinté de un azul muy fino, aunque no iluminada de tantas estrellas como otras veces.
El crepitar de los que aguardan que cambies sube hasta este pedestal de la boveda celeste,
pero no les dejaré compartirte y disminuirte.
Antes bien, sostengo el hogar de tus manos, el hogar que una noche no ha mucho tiempo acarició mis labios, y pienso en cuán útil me fue a veces la vida y la memoria, en momentos de lapidación
como los que se aproximan.

No es sacrificio perderme otra vez, y otra más entre ellos. No temas, mi bien. Es tan sólo la muerte de nuevo, y mientras me diluyo y uniformizo, sueño a toda prisa, cierro los ojos sabiendo que
unos pocos años después, alguien como tú, alguien como tu sonrisa conmovedora,
ha de estar ahí para incendiar la esperanza, y dar cuerda al reloj de los miles de soles del mundo.