Alientos en la Lluvia

Alientos en la Lluvia

sábado, 24 de mayo de 2014

¿Dónde quedó la verdad?


Chasquidos imaginarios de los mecanismos creados por nosotros resuenan lejos de aquí.
Tic, tac.
El espacio postrero epitomiza muy acertadamente lo que ha de ser el fin de los días. Una celda sencilla de dos por tres metros, desposeída incluso de aspectos lúgubres o miserables.
Qué se le va a hacer, el cautiverio ya no es un fin idealizado por ningún maníaco perverso, que elucubre malévolas ideas acerca de cómo torturar las mentes. Sin duda, en estos instantes, el funcionario que supuestamente detenta responsabilidades referentes a la comodidad de estas estancias, se encuentra en la cola de algún cine, o discute con su mujer acerca de alguna estupidez templada. Así las cosas, heme aquí de la misma forma que podría esperar un tren rápido.
A decir verdad, lo que sobrevendrá cuando amanezca ha de ser tan, tan veloz como ese tren que no podré tomar ya jamás.
De aquí a pocas horas de estas palabras, que corretean hipócrita y huecamente contra un fondo imposible, no sólo llegaré a un puntito redondo y negro, y tras este a un abismo de silencio.
Llegaré a mi muerte.

La muerte, tal y como la narro en su denominación, ha de ser matizada.
Es esta una muerte paradójica, pero, ¿no es mi existencia una incongruencia detrás de otra?
Yo sé bien, lo reconozco, que las palabras se hilvanan obedeciendo a mis caprichos retóricos, y que, en la misma medida en que estas sean capaces y fieles para llevar hasta la superficie del mundo sensible una idea o sentimiento complejo, más mentirosas y artificiales parecerán.
Gran ingenuidad, asociar la simpleza expresiva a la verdad. Tal vez existe el pánico a encaramarse a verdades frias e inhóspitas, a mirar en dirección al cielo y sólo toparte con un gran y vertiginoso muro alzado frente a ti, tras el cual no hay ni recompensa ni paz, apenas tal vez un sacrificio que no precisas.

Mis pensamientos han ido circunviniendo la causa que frustró una prolongación para mi vida, y no me queda poco más que sintetizar como conclusión que debí comportarme como un animal, y no supe hacerlo.
Saltan los botones de esta camisa que a malas penas cubre mi pecho, y mis vecinos patibularios ya comienzan a oírme piafar, a oírme gritar mientras arranco estas ropas, e intento hacerme daño arrojándome contra las paredes, estúpida e inútilmente. Cada vez trueno en un registro más elevado, más desaforado. Ya no me distingo. Mi garganta hiere el aire y las fronteras diminutas de esta celda desde que el hombre balbuceaba y gateaba, y conmigo lo hacen todos los que fueron unos meros simios despreciables y sucios.Porque a fin de cuentas, lo único que cuenta es que ya estoy condenado.

Rodando rodando cuando mi cuerpo ya libre caiga sobre la fosa común, no vengas a buscarme,
no en busca de más humanidad o sentimentalismo criminal.

Aunque ya quisiera ser un animal con sus simplezas, como querías, no tendré ni ganas ni posibilidad de sujetar tus brazos o de llorarte otro buen número de días.

martes, 6 de mayo de 2014

Cierto


Quisiera soñarte una vez más, regresar a aquella tierna costumbre de vernos, la que fue posible un tiempo.
Tal y como los latidos bruscos y nerviosos de una gran luz que tropieza en la oscuridad,
relámpagos aún brillantes, blancos de tanta pureza feliz, destelleaban pintando los cielos.
Con sus pinturas de mil colores, pinceladas que nacieron para desvanecerse frente a nuestros ojos, dentro de nuestros corazones, un tiempo hubo para la despreocupación y para jugar a que no éramos nada, a que no teníamos por qué serlo.
Así, discurrían por cauces desconocidos los sueños. Imprecisos, ocultándose como las aguas casi inertes de los remansados ríos del alma, bajo las arboledas que se recuestan, perezosas, a besar las dulces corrientes tibias de nuestras vidas.

La otra noche regresé a donde no esperaba. Tú, en aquellos mismos sitios que se hicieron escenario de una época que resistirá toda prueba, que vivirá mientras vivamos. Sí, estaba soñando.
Cómo decirlo, cómo expresarlo, sin temer que ahora te me vayas a acercar por detrás, y seas como eres, y yo pierda de felicidad.
Eras tú, era yo. Pero aguarda,
no me mirabas, no reparábamos en nuestra existencia.
No había porvenir de los dos, ni mi silla de ruedas crujiendo con mi decadencia, y tu risa que no puede confundirse con nada en el mundo.
Crecías, y recorrías mil y un caminos, en busca, siempre, de la felicidad.
Te veía como a lo lejos a mi niña del alma, cruzando como un meteoro de color mi cielo..deprisa, muy deprisa, mas no regresabas...un cometa demasiado brillante para quedarse en mis sueños.

Ni un abrazo más, un fin tan duro y cortante como el acero. Todo estaba perdido. Como te lo cuento.
Tan certeros los detalles, tan vívidos, tan imposibles y sinceros.

Al fin, despierto.
El azulado y el páramo interminable del peregrinaje nocturno han concluido, y las dudas se disipan a medida que el alba se esfuerza con su realidad y nuestra vida de vela, de consciencia.
Vuelve la vida de trasiego, toda igual, fragmentos sin cuento, sucesivos.
Algo falla, algo falta.
Llego hasta donde deberías estar, y no estás ya. Un poco en otros mundos, en otras realidades cercanas, bien lejos. Una noche más antecede a otro día de estos de más.
No hay pesadilla que dejar atrás.

Todo es cierto.


jueves, 1 de mayo de 2014

Elecciones


Todavía podía recordar el tiempo en que tan sólo existía, mera figura escénica entre tantas.
Años más tarde, los amigos fueron rechazados y empujados a otras dimensiones ajenas, a fuerza de dañarles y cansarles, y quedó, así,  como único y solitario testigo de cuanto él era para el mundo.

El sonido de los pasos propios horadaba el alma. Época de descubrimientos, asentía al miedo al tiempo que dejaba que la soledad se sentara junto a él.
Y aquel viento, aquel terrible viento que jamás se cansaba de soplar en él.
Al parecer, ese soplido y su música nacía en remotos rincones. Un largo recorrido, y allí estaba, tras las llanuras inmensas y melancólicas deshabitadas.
Podía hacer a los demás, allende inhóspitos mares orgullosos y marmóreos, tras océanos de bosques pardos enfermos de vida. Tranquilos y refugiados, asintiendo, una tras otra, diversas porciones de aquiescencia, mas en fin, reconfortados en las claudicaciones menudas aunque simpáticas, delirantes, salvadoras.

Los ojos cerrados le permitieron sentir aún un poquito más, en la languidez de otra tarde que traicionaba la eternidad, a pesar de susurrarle a sus sentidos desleídas notas infinitas de colores, que se adentraban en la imposible línea que dibujaba la separación entre los cielos y la tierra de las sombras.
Muerte rutinaria de la enésima tarde, atribución con testigos situados en imaginaria escala emocional al respecto. Subsiguiente llegada funcional del reino de la noche, que ya no anhela engañar con la comedia de que trae consigo maravillas, trascendencia. El artificio y el Mundo de los pañales y de la fe está ya extinto.
Seres y más seres ciegos se amontonaban sobre las aceras, se malhumoraban en colas, y la frustración y el asesinato resplandecían, prontas a liberarles de su miseria tapada. Risotadas aquí y allá, y propósitos por doquier eran promulgados, proferidos, evocados..semblantes serios y preñados de fe malsana en el sistema y en la esperanza se aprestaban a seguir empujando la gran rueda de la fortuna. Nunca debe detenerse esta, y unos puñados de entre nosotros mantiene el fuego bien deslumbrante.
Efectivamente, no estaba solo.

Destruido el triunfo del mejor amor, fracasada la mejor amistad, intentó un día el hombre gris marcarse un calendario que abandonar, antes de perderse en el vacío desde el que llegara, pocos años atrás.
Escribió unos pocos relatos, a modo de diario, en los que ofreció la ficción de su vida. El esfuerzo fue considerable, pero nos consta que no será en vano. Sus líneas están batidas por esa inclemencia que no parece abandonarle en sus cuentos, y nos imaginamos una vida que podremos comprender, si bien no aceptar como ejemplificadora o creíble.
El hombre gris ha realizado, no obstante, encomiables intentos de contrición, aportando mil y un detalles que parecen dibujar una existencia bastante verosimil. Algunas de sus anécdotas resultan chocantes, y otras demasiado buenas como para que fueran ciertas. Cabe preguntarse cómo aniquiló a todos aquellos que se interesaron en él, por lo que, en tanto lectores, no podemos dar crédito.

En cuanto a los episodios de su vida que sobrevivirán al desaparecido hombre gris, es evidente que ha seleccionado cuidadosamente aquellos que parecen configurar una visión muy concreta de ciertas personas que parece que quiso de verdad.
No obstante, nuestra actitud crítica nos llama al reparo, y el escepticismo le deja a solas en su tiempo, que ya se fue sin remedio.