Alientos en la Lluvia

Alientos en la Lluvia

jueves, 29 de noviembre de 2012

Vacíos



El sutil calor envolvía todo, de una forma tan..tan reconfortante, tan esencial. De vuelta a una época y tiempo primigenios. Así es como me sentía, dejando mis espalda contra ese viento de la tarde en aquel mar de olas desiertas, que me acariciaba con benevolencia y sin su esfuerzo, con esa falta de definición tan característica de las mejores cosas de la existencia.

La cruel memoria tiró de mi ropa, y me llevó de vuelta a un lugar de lejos. De cosas por las que pasé, creyendo que andaba por unos suelos que eran de cristal.
Allí y a tientas recé por poder huir a pesar del ruido, de la indignación de los sonidos de la brutalidad. Aún puedo sentirme como se sentían mis hombros contra aquellas esquinas ciegas, extrañas.
Yo tan sólo buscaba salvar un poco de decencia de mí misma, en algún lugar que les quedara inaccesible. Sí, recuerdo que mis pensamientos hicieron ese esfuerzo que se exigen a veces a sí mismos. Intenté estar con esa música vuestra que hechizasteis como única. Pero alguien allí no dejó entrar todas esas cosas.

Me han dicho que el mundo no es lo que era. Les creo, y no me atrevo a volver la espalda. Porque no quiero mirar el horrible vacío de lo que no es.
Mis estrellas celestes, enemigas de toda mi vida, me siguen con su mirada indiferente. No van a arriesgar nada por mí, ni por cuantos me persiguieron, ni por cuantos me amaron. Se limitan a ver como toda idea del mundo queda exterminada tras las olas que abandono allí atrás, en algo que no puede ni formar letras ni decirse ya.

Voy hacia alguna parte donde no me conozcan. Donde no lleve la mala suerte, y la vida inventada no se me desvanezca ante mis ojos. Confío en que el cielo y sus tristes astros seguirán siendo unos cómplices tan miserables e inválidos como siempre fueron.
La tierra se abre al fin, siempre se despliega como la última víctima . Los colores de las oportunidades reverberan ahora, veo niños caoba acercándose a la arena virgen.
Apenas han salido de los inocentes sueños del mediodía. No tengo por qué sentirme culpable más. Pero yo soy así. Vuelvo a las noches antiguas, me traigo todo aquello aquí y ahora, y mis manos les dejarán también un poco de la sangre de todos nosotros.

Sonrío y los labios me duelen amplia y desusadamente. Es como aquellas veces siendo niños, es tal vez como cuando estos de aquí que confiadamente juegan, dejarán de serlo.
Con supersticiosos ademanes, quiero hacer por que me vean, hago ruido, y ahora giran sus cabezas. No quiero descubrir a nadie más haciendo nada feo. 


viernes, 16 de noviembre de 2012

El Regreso



No me leas. Por favor, no me leas. Dejarnos llevar es todo cuanto nos solía quedar, en aquella vida secreta de antes. Yo aún pienso en todos esos días, en la lluvia que no dejaba de mojarte el pelo.
Te daba aquel baño de pureza melancólica que a mí podía redimirme, aunque fuera tan sólo en un relámpago que no era tiempo, pero que era sensual y tan, tan cierto..
A veces me pregunto qué me ha quedado para poder coger de esa vida de ahí detrás, ya que ni las losas del suelo querían quedarse cuando temían mis pasos de segunda, huidizos, livianos e insinceros.

He de pedirte que no despiertes. He de implorar a este cielo extranjero que no te traiga de vuelta, en la hora en que te traiciono. Este cielo huraño nos despide, recela dominando el mar de plomo. Duermes. La soledad nos mece, y el mar está tocando esa melodía que ha hecho historia en todos nosotros, los humanos desgraciados que escupen contra el viento.

Qué triste  que tu mundo ni sea capaz de mostrar detalles nimios, que reflejen que una vez hubo unos lugares llagados de pasado, extinguidos hoy.

Qué feliz perdición fue la mía, languidecer en un escenario donde se acumula el polvo y frente a ninguna audiencia, sabiendo que nada había cambiado, por más que ardieron mis ojos contemplándolo todo.
Es entonces que sólo tú eres la nota discorde y mutable, degradada. No puedes proseguir perteneciendo a este paisaje perpetuamente joven y que no te perdona. Toda esta gente nueva corre, se excita y se promete grandes cosas conforme entran al parque temático congelado que desea desterrarte.Tu función ha durado demasiado tiempo.

Los dos dormimos desde hace unos pocos años. Tú, despierta a veces, yo en mis engaños que no cesan. Radica la diferencia en sutiles prisas del alma, y en tormentos que acaban por despertarle a uno, y provocar que haga locuras como la que tú y yo hacemos, acunados por estas buenas olas de la despedida.
Volver a donde nacimos es regresar a donde nos esperan aviones sin cielos, campos desnudos y mohínos, aquellos ríos que se contentaban con llorar sin sus cauces de lágrimas.
Es esa la tierra que espera. La nuestra. La de la batalla perdida.

Me gustaría poder sonreír, ahora que no ves. Ultrajar un poquito más los recuerdos que definen esa carrera que ni me atreví a correr, esos mismos sedimentos que yacerán despojados sobre la arena ciega.
Me gustaría que la desgracia no me acompañara, invisible y delatadora, mi inseparable compañera del perenne destierro. Me gustaría que tú no fueras tú, y que, en fin, mi miseria no fuera tan flagrante y tú tan pura, tan merecedora de todos esos países de los que te alejo.

¿Qué podías esperar? La historia concedida y el minuto de gloria, el pavoroso fósforo, se precipitan a la inexistencia. No vamos a tener vuelta de hoja, segundas partes ni juicio justo. Te han querido así, y muda y somnolienta, te abanicas al unísono conmigo, ambos como un diminuto soplo de aire embotellado e imposible, para siempre.
Me hubiera gustado que la mente del creador me hiciera una mejor idea y hombre, y no ese injusto animal que descuartiza ese destino tuyo.

El horizonte ya pinta sobre el mar, con trazos oscuros, la línea de los restos de nuestro cuento. Perdóname, ¿lo harás?



jueves, 1 de noviembre de 2012

Veleidades desafortunadas



La distorsión se acrecienta. Te alejas, te acercas, y sin embargo, ni aun así te mantienes firme sobre mis líneas que tiemblan arriba, abajo, izquierda y derecha. Tus mirada no es lo que era, pero yo sé muy bien que, en honor a la verdad, nunca tuvo días de aciertos.

Es el último asidero que te queda esta noche, esa guía que te alentaba un poco antes en las calles de la angustiosa y ebria amargura.
¿Recuerdas esos zócalos de piedra, la luna desparramada sobre estos, la gritería bárbara de tus congéneres? ¿les recuerdas a todos y cada uno de ellos, a toda esa gente que parecía murmurar algo, tal vez de vez en cuando algo con sentido?
Bien, culparte no puedo. Dejaré que lo intentes, no obstante. Sé que tu caminar por ese cosmos opulento y narcótico no es sencillo, ya que ni abismo hay en la caída. Y eso tan sólo porque no me he molestado en darte ese respiro.

Esta noche, de la que no hallarás sedimentos mañana, es propiciatoria, me parece a mí. Llevo años meditando al respecto en mi dimensión sin horizontes. Lo pienso y mi sonrisa que no existe emerge, en forma de una poesía que no podrás entender. Es la tristeza que sienten unas palabras que son tan sólo percibidas como manchas negras y bidimensionales.
Siento al otro lado tus gafas jóvenes muy, muy cerca de mi desfile de letras, de mis pretensiones simbólicas; por eso me apetece sincerarme y confiar en un amigo, aunque si debo serte sincero -como excepción nocturna e irrepetible-, ninguno de vosotros lo seréis jamás.
Deja que te cuente cosas importantes, intrigantes. Estas son las cosas que no debes llevarte, son la sal de la tierra, son la sal que debe quemarse en tus ojos y no ser recordada. Porque no lo será, te lo garantizo.
No, no hablarás ni ofrecerás réplica, estoy seguro.Yo he cerrado tus labios.

Esta noche más que de usual, no te concedo don alguno. Sin cerebro propio ni tus otros viejos amigos que nacieron de aquellos polvorientos libros en los estantes de ahí atrás, poco te queda por contarme a mí o a ese mundo insano, que es el tuyo también sin más remedio.
Como dios de tus preocupadas inquietudes, me he propuesto mentirte mejor en lo sucesivo.
Sé que cuando sobrevenga la luminosidad que aniquila los sueños ficticios, estos pensamientos se habrán desvanecido. Por ese motivo y con mi cierta y conocida podredumbre de alma, me arrepiento frente a tu versión fantasma de ti mismo.
He querido suicidarme, negarme mi ser inefable. Si. Veces ha habido que quise abandonar todo, no rendirte estas razones póstumas. Saltar desde las páginas en blanco, darle la no-existencia al vacío y a la nada, llevarte más incomprensión e interrogantes, pobre joven perdido.
No muchos recursos me quedan en mis viejos bolsillos de literatura esquiva. Hoy día, te diré que mis metáforas no sirven, y se sientan, explotadas, entristecidas, y se dejan morir para no tener que obedecerme más.

Qué poder darte para que olvides, ¿qué ilusión ofrecerte como evanescencia?
Cuando mañana ya nada se te ocurra, no quiero que tu mente te vea como una causa perdida de tantas, a pesar de que es así.
Yo sólo te participo mi vergonzosa verdad propia de los dioses.
Fuiste la pradera y la llanura por donde el río pudo abrirse camino. Fuiste el cielo para que las estrellas pudieran brillar en él.
Fuiste ventosa paja para que pudiera mi espíritu arder.